"(I)rreverencias" de Joel Lenner Castañeda Dueñas

SOY BASTANTE IMPERFECTO…
Por Joel Lenner Castañeda Dueñas


Soy bastante imperfecto. Bueno, todos lo somos, como todo buen ser humano, por supuesto; pero mi imperfección suele ser aislada, si cabe el término; explicaré porqué.
Tengo, por ejemplo, el defecto de no sentirme a gusto en este país, en este mundo que edificamos a lo largo de miles de años. Es cierto que hay cosas por las que vivir, el amor, la familia, el arte y para algunos, la patria; sin embargo, estas son cuestiones personales: cuando las cuestiones personales se convierten de interés colectivo, nada suele tener armonía. Quiero decir que, quienes habitamos el mundo, solemos estar satisfecho con él, porque nuestra mirada no orbita más allá de nuestras narices, ya sea porque lo ignoramos o porque queremos ignorarlo, es una forma de vivir y es respetada, pero no la comparto.
Tengo la “paranoia” de creer que nuestro sistema miente constante y descabelladamente (y eso lo siente cualquier persona) y que cada actitud filantrópica que tiene, guarda un as bajo la manga. Tengo el defecto de sentir aversión por sus formas, su esencia, sus ideologías, su naturaleza.
Por ejemplo, no creo que la forma para erradicar la discriminación sea resultado de la aceptación como país diverso y heterogéneo; por el contrario, creo que este no es más que un pretexto de sujeción y “autodiscriminación”; y es que so pretexto de tolerancia y aceptación, los Vexler, los Kuczynski, los Giuffra, los Bruce, los Romero, los Brescia, y otros hacen de nuestro país su madriguera.
No creo en la estupidez esa de la igualdad de género, porque científica, biológica y psicológicamente el hombre y la mujer somos diferentes, porque nuestro sistema aboga por una perspectiva psicológica errada que se niega a ver cuán rico y abundante puede ser el aporte femenino como tal y el masculino desde su esencia.
No creo en el modus operandi de la defensa del respeto a los derechos humanos, porque esta es otra arma para mantener el caos y el desorden y porque el caos y el desorden obnubilan nuestra mirada a la verdadera esencia, distraen nuestra atención hacia quienes nos gobiernan.
No creo en la paternidad responsable porque es una forma más de matar a los futuros revolucionarios, el modo eficaz de controlar al pueblo.
No creo en la equidad y la meritocracia, ya que son confundidos con servilismo y zalamería.
No creo en la actual, apertura a los venezolanos, en primer lugar, porque más allá de la dictadura que se dice vivir por esas tierras, creo firmemente que es una información sesgada a favor de quienes ansían el petróleo y gas venezolano, como años antes lo hicieron con Panamá, Irak, Afganistán, Siria y otros; y, en segundo lugar, porque no es posible pretender la aceptación de otras culturas a costa del maltrato y vejamen del nuestro.
No creo en la psicología positiva que se difunde en las escuelas e instituciones laborales porque, al modo de la estrategia de la red Think thank de la década del 50 del siglo XX, liderado por el multimillonario Anthony Fisher y el teórico del actual neo liberalismo August von Hayek, este no es más que otra estratagema para hacer del hombre, un ser iluso e ingenuo, ciegos ante su realidad y sumisos ante la opresión; porque un pensamiento positivo no es suficiente para poder tener éxito en esta vida, porque aquellos que tuvieron éxito, no precisamente practicaron aquellos valores que ahora pregonan, porque la vida, no es así de fácil como los “textos de autoayuda”, que yo tan amablemente llamo “textos de autoengaño”, pregonan.
No creo en las formas que se erige para defender nuestro medio ambiente, menos, cuando propugnan dicho cuidado y sólo los países tercermundistas obedecen; aún más, siendo ellos responsables de solo el 6% de dicha contaminación. Estados Unidos y Europa lo son del 94% restante.
No creo en Dios, no porque no exista, eso es lo menos relevante, sino porque han hecho de este el arma más eficaz para sojuzgar y explotar.
En fin, no creo en esta democracia, que al modo del macartismo de mediados del siglo XX persigue al que piensa diferente, llama terrorista al que defiende sus derechos, finge libertad de prensa en una sociedad marcada por una sola tendencia, priva de su libertad a quien defiende la necesidad del pueblo, erige normas y leyes que regulan precisamente la libertad, justicia e igualdad y porque libertad, justicia e igualdad solo es eso, si se entiende bajo los parámetros que ellos consideran.
Señores presentes, no creo en ninguna de estas formas, porque, en el fondo, lo único que buscan, disfrazados de abnegación, humanidad y filantropía, es hacer del hombre un ser egoísta, ambicioso, ególatra, individualista y, sin embargo, sumiso, conformista y autómata; porque sus buenas intenciones, lo único que hacen es dividir, radicalizar la competencia y asimilar una sociedad que responda a sus propios intereses.
Por tanto, tengo el defecto de ser intolerante, radical, homofóbico, machista, canalla, xenofóbico, totalitario, de pensamiento convergente, misántropo y demás calificativos con el que se encasilla a aquellos que piensan diferente.
Sin embargo, tengo el defecto de creer aún en las utopías, en el arte y la filosofía como armas fundamentales para cambiar el mundo, de tener la seguridad que la literatura puede, debe, también formar parte de todo ese esfuerzo, aunque, en esencia, eso sea imposible; porque la literatura, el arte y la filosofía no cambian el mundo, cambian al hombre que cambiará el mundo.
Tengo el defecto de creer en el amor, de tener entre mis manos el cuerpo líquido de una mujer, de poseerla y ser poseído por sus brazos, de robar de sus manos el aroma del viento, el grato olor de su cabellera.
Y esto es (I)rreverencias señores, un pequeño aporte para aprender a ver al mundo y al hombre tal y como es y no como se quiere que sea, porque sólo podremos conseguir un mundo mejor en la medida que quitemos la venda de nuestros ojos y extraigamos la verdadera esencia de la vida y de las mentiras, de las alegrías y de las buenas intenciones, de la soledad y de la fanfarria. Estas irreverencias ayudan, o al menos es lo que pretendo, a construir ese mundo que tanto anhelamos.
Por otro lado, (I)rreverencias, es también resultado de la adulación y la lisonja, cierto matiz reverenciador puede hallarse en cada verso; y esto en favor de aquellos quienes hicieron del mundo y del arte una razón más de vida, de aquellos que no vivieron bajo las sombras y procuraron desvelar la certeza de las cosas y las acciones humanas. Quiero aquí hablarles de lo que entiendo por poesía y aún más, por arte.
Cuando Erich Fromm, en su obra El arte de amar, considera al amor como un arte y no como una sensación placentera carente de conocimiento y esfuerzo, entiende a éste como una manifestación de la actividad humana que para su materialización, requiere de creatividad e ingenio; no obstante, es sabido, todo esfuerzo y conocimiento humano conlleva a un fin, por tanto, cuanto el hombre hace, construye, crea o se ingenia, debe estar necesariamente puesta a su servicio: Una carpeta le sirve para que en ella pueda escribir; una casa le da cobijo; las frazadas abrigo; el tren, el auto o el avión, facilidad para cortar distancias y la poesía, la poesía señores, humaniza al ser humano.
Finalmente, tengo el defecto que, a pesar, muy a pesar de cuanto he descrito hoy, aún confío en el hombre, en la ciencia y las matemáticas, en la biología y la psicología, en la economía y la física, en la gramática y la lingüística, en la política y en quienes los practican y en las demás formas de conocimiento; sí, en todos ellos, pero regulados por el arte y la filosofía. Arte y filosofía tan disminuidos en el desarrollo humano actual.

¿Estoy equivocado? quizá, pero pido su comprensión, me creí aquello de la libertad de expresar mis ideas, espero sean tolerantes conmigo. Gracias.


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