Por Joel Lenner Castañeda Dueñas
El principio filosófico de causalidad que, desde
tiempos de Aristóteles, se ha venido discutiendo nos direcciona a establecer
una relación de interdependencia entre los hechos que se suscitan en un
determinado tiempo y/o espacio con aquel que lo originó, no pueden las cosas
ocurrir de manera aislada, las acciones o sucesos se encuentran, necesariamente
ligadas el uno al otro.
En el terreno social este principio puede también ser
aplicado y no hay mejor ejemplo que aquella frase popular que a la letra reza:
“el hombre es hijo de su tiempo”; así,
para entender al hombre se hace necesario también entender al tiempo en el qué
este vivió y para entender al tiempo en el que este vivió, es necesario,
consecuentemente, entender al hombre que lo vivió; no podemos juzgar,
interpretar o analizar aisladamente a cada uno de estos.
Direccionemos así nuestra mirada sobre uno de los
personajes más emblemáticos de la literatura universal, Nora, la de Casa de muñecas de Henrik Ibsen y
procuremos aplicar cuanto se ha mencionado: la interdependencia entre Hecho-Hombre-Tiempo,
¿Nora es el prototipo de una obra encumbrada a promover la igualdad, libertad y
respeto de los derechos de la mujer o es simplemente el reflejo de las
consecuencias del proceder político y social de su tiempo?, la personalidad de
Nora y de cualquier otro prototipo en la literatura universal, no puede escapar,
como ya lo referimos anteriormente, a la ley
del todo u holonomia, referida
por David Bohm en su obra La totalidad y
el orden implicado: “En apariencia,
cada cosa o suceso independiente en realidad son solo un aspecto y no algo
separado e independiente”.
Vivimos bajo un sistema que ha venido edificándose
a lo largo de más de 150 años y cuya principal prioridad es el crecimiento
desmesurado del capital, para que esto sea posible los teóricos de este
sistema, dotan de ciertas cualidades a las sociedades que la integran:
desigualdad necesaria, competencia, libertad de mercado, desempleo, propiedad
privada, en fin, el darwinismo social en su versión más radical (Béjar. 2014. P.213);
así, la sociedad no es más que el reflejo de un mundo hecho a la medida de los
intereses de quienes operan este sistema, aquellos dueños del capital, quienes
son los que dictan las reglas del juego y quienes la han estado dictando desde
hace centenares de años atrás: “nos
podemos preocupar todo lo que queramos por las realidades globales, pero lo
Real en nuestras vidas es el Capital”, refiere Zizek en Viviendo en el final de los tiempos.
Las interpretaciones que se hace de Nora desde este
punto, son entonces, visiones obnubiladas de la realidad, ya sea porque no se
encuentra explícita en el texto o simplemente, porque la interpretación que se
hace de esta detiene sus intenciones tan solo en la periferia de un análisis
exhaustivo y mesurado; de modo que se prefiere creer que Nora es el símbolo y
reflejo de una sociedad patriarcal en decadencia o que es la primera
manifestación del feminismo o el inicio de la lucha por la libertad femenina.
Nada más meliflua que dichas interpretaciones y son melifluas porque olvidan
sentar las bases del comportamiento de Nora en el contexto sociopolítico en el
que se ambientó: Una sociedad en plena ebullición del capitalismo y que viene
industrializándose con impresionante rapidez, un grupo minoritario que construye
el mundo a imagen y semejanza suya, el mismo grupo ostentando el poder, promoviendo
la concentración de la riqueza y viendo cómo el pueblo se hunde en el olvido;
resultado: Socialismo, comunismo, anarquismo, y todos con un eje común: la
búsqueda de libertad del sistema imperante.
Nora es hija de su tiempo y su tiempo es el
descrito líneas arriba y en Casa de
muñecas su personalidad se encuentra aún en construcción, la revelación del
mundo en el que vive y no lo ha entendido antes, es el detonante para el inicio
de dicha construcción. Ella es sumisa y hogareña, vive primero al amparo de su
padre y posteriormente del de su marido, sumido en una sociedad que considera
perfecta y a cuya perfección ella procura aportar; es más, lo ha hecho, pero a
espaldas de su marido. Por medio de la práctica del in media res, recurso tantas veces usado por el teatro clásico, la
trama se va construyendo, mientras el hogar, que ella tanto protege, se viene
desdibujando. Es víctima de Krogstad, un sagaz e inmoral funcionario público, a
quien, años atrás, solicitó dinero, motivado por la enfermedad de Torvald, su
esposo, quien debía ser tratado en el extranjero, pero cuya situación económica
familiar no permitía cubrir sus gastos; es entonces Nora quien decide tomar las
riendas del problema, falsifica la firma de su padre, consigue el dinero y así
“salva la vida de su marido”. Sin
embargo, es el clímax de la obra que confiere cierta ideología en la obra, una
comprensión del mundo en el que habita, tal y como se explicará más adelante.
Es esta revelación que hace de Nora una disidente, es quizá la manifestación de
la conciencia en el que vive, movido por estructuras sociales que desconoce y
que ahora decide conocer.
Empecemos por Krogstad, este es un funcionario
público, medianamente exitoso, pero que ha caído en desgracia, debido a su
dudoso proceder en el Banco de Acciones, ya que Torvald, próximo gerente, se ha
percatado de dicho proceder y opta por despedirlo, porque “se tiene que enmascarar ante su esposa y ante sus propios hijos” y
que es “lo que les pasa a sus hijos”
(p.16); no obstante, el proceder de Krogstad no es más que el resultado de lo
que el médico psiquiatra suizo Carl Gustav Jung dio en llamar instinto de supervivencia o conato, como también lo llamaba la
psicología tradicional. Al igual que cualquier hombre, Krogstad ha respondido a
este mundo darwinista de la manera más previsible, sobreviviendo, luchando contra “el más fuerte”, pero ambicionando también el mismo poder, para ello
no ha tenido más que adaptarse a las condiciones que le impone el
sistema, es pues su modo de supervivencia, porque entiende también al mundo
bajo las condiciones del contexto en el que vive o en el que se le impuso.
Torvald es también otra pieza clave del ajedrez, es
él ahora la representación del espíritu capitalista, hombre que vive de las
apariencias y por ello se gana cierto reconocimiento, ya que procura entablar
amistades que le puedan acarrear reconocimiento y cuida, en base a ello, su
propio prestigio; y esta es también su forma de enfrentarse a este mundo, un
tipo de adaptación al sistema, que a la larga es la misma que la de Krogstad,
mientras la adaptación de este basa su fundamento en la ilegalidad e
inmoralidad, valiéndose de los agujeros que presenta y con los que opera el
sistema, la adaptación de Torvald es un tanto más sublime, y es que este entiende
al sistema, no para valerse de él, sino para ayudar en su edificación, actúa
entonces desde la legalidad, pero con cierto pasivismo e intenciones personales
y egoístas que, a la larga lo convierte, junto a Krogstad, en la otra cara de
la misma moneda.
La figura del doctor Rank y de Cristina Linde son también
resultado del mundo en el que vive; sin embargo, no nos detendremos en ellos
por la limitada extensión que se tiene en la presente redacción; baste con
decir que el doctor Rank es también otra manifestación del sistema imperante,
cuyo instinto de supervivencia radica en su convicción o que Cristina, responde
a esta de un modo más egoísta y personal.
Es este el contexto que rodea a Nora, esta no sólo
se rebela ante el “machismo” imperante
de Torvaldo, se rebela a algo mucho mayor, a ese mundo que la viene oprimiendo
y del que Torvald es sólo una de las personificaciones. La escena en la que nos
describe la fiesta nos dibuja este contexto, la simbolización del falso e hipócrita
sistema, y que es el anticipo a su revelación; de modo que Nora, no es más que
otra víctima del sistema social en la que vive, tal como lo es también
Krogstad, Torvald o Cristina.
Podría tomarse a Nora como el anticipo del
feminismo europeo o la búsqueda de la libertad e igualdad femenina, sea pues;
sin embargo, es necesario tener en cuenta también que, las intenciones o una
interpretación más somera nos lleva a emular la figura femenina como la
personificación del pueblo, que es quien “abre
los ojos”, ante una sociedad que le mantiene a regla en condiciones nada
equitativas; es Nora hija de su tiempo, la oveja negra que el sistema imperante
repudia y que, sin embargo, ensalza para revestir sus intenciones de un
supuesto humanismo que desdibuja con las únicas intenciones de pintar uno que
responda a sus propios intereses.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Béjar, H (2014) Justicia social, política social. Lima-Perú:
Derrama magisterial.
Butler-Bowdon, T. (2014). 50 Clásicos de la filosofía. Buenos Aires-Argentina: Editorial
Sirio-Argentina S.A.
Ibsen, H. (1850). Casa de muñecas / El pato salvaje (trad. por Mario Pajarón). Madrid-España:
Ediciones cátedra. (Obra original publicado en 1879).
Zizek, S. (2012). Viviendo en el final de los tiempos. Madrid – España: Ediciones
Akal S.A.
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