De un tiempo que se rompe


Por Emilio Ballesteros[i]
España, 20 de febrero de 2007
Hay una palabra que aparece en este poemario con una frecuencia muy por encima de las demás: muerte. Y es esta circunstancia la que va a marcar la gravedad, la intensidad, la trascendencia de este poemario, incluso cuando se muestra irónico y hasta irreverente. Esta idea va a aparecer hasta en momentos en que no se la nombra, pero permanece detrás como una emoción y un presentimiento indefinido pero omnipresente: En invierno se tiene la pureza de las almas, dice un verso bellísimo del poema ESCRITO BAJO LA SOLEDAD DE TU AUSENCIA; ¿y qué sugiere el invierno sino la desnudez de la muerte? Joel lo liga a la “pureza de las almas”, hay pues una línea de transparencia que hace tan invisible como rotunda la idea de trascendencia.
   La paradoja (recurso tan propio de la mística pues es el mejor para sugerir lo contradictorio, lo innombrable, lo inasible…) es la figura más frecuente y recurrente en el poemario (amando lo que odiamos/ odiando lo que amamos =EPIGRAMAS= /// Por qué demonios eres vida/ si das muerte a la mía/ Por qué eres muerte/ si das vida al silencio =PLEGARIA=/// A vos le debo esta vida, muerte/ a vos le debo esta muerte, vida =POEMAS ALREDEDOR DE LA MUERTE=/// etc. etc., podríamos seguir…)
El aedo nombra a muchos poetas en su poemario; de hecho, el cuerpo central del mismo, que da nombre a toda la obra, está por entero dedicado a un numeroso grupo de voces americanas (de la América Hispana, que decía Rubén) y enfrenta al acercarse a ellos estilos y recursos variados (en SÍNTOMAS, por ejemplo, cuando mira a Bryce Echenique, toma ciertos matices surrealistas; por supuesto, se acerca al coloquialismo cuando homenajea al que confiesa como su mayor maestro: Benedetti…) Sin embargo hay poetas a los (y las) que no nombra y que laten en el fondo de su poesía y, es más, inspiran los versos más hondos y, en consecuencia, las cumbres de su poética. Nombres como Teresa de Cepeda, Juan de Ávila, Sor Juana Inés de la Cruz o Miguel Hernández asoman, por supuesto desde una vivencia personal, pero están ahí. Y uno de los que  nombra: César Vallejo, está más cerca de su trasfondo que todos los demás. Es esa tensión existencial que humaniza los paisajes (El Perú tiene  caries aromáticas en sus calles /// Ella tenía a España dormida entre las piernas), que enfrenta el amor que late en la herida y que encara la muerte (Cuando aún muerta te siento más viva todavía =A LA LUZ DE TU SOMBRA MORTAL=/// Amada mía para que esto no duela/ jamás debieron conocerse nuestros labios=DUDA DE AMOR=/// Lo mejor de esta vida/ es saber que estamos muertos=A ROQUE=/// Que aún todo sigue siendo herida=A GONZALO ROJAS=).
   Al final, es la experiencia de la aniquilación como deconstrucción de un mundo que pierde su sentido, lo que termina por dárselo (Lo importante es tirarse de pies al mundo/ creerse muerto por unos días/ y tener ganas de tirarse/ de un lugar más próximo a la muerte).
   Es de nuevo esa extraña  y  tensa  espiritualidad
vallejiana que bebe de lo cotidiano, pero lo trasciende, lo deja pequeño y espurio, como espurios son los dioses que este mundo actual adora (desde el Dios manipulado e hipócrita de la institución eclesial, del que ironiza con irreverencia en varios poemas –sobre todo al final del poemario-, hasta los que una modernidad perdida en sus propios remolinos y enajenaciones adora sin nombrar ni reconocer). Es iluminador, en ese sentido, cómo en un poema dedicado a figuras femeninas de gran calado poético y rebelde, el canto fundamental sea a la grandeza de la madre (y por tanto a la maternidad, tan denostada en una civilización que involuciona demográficamente porque renuncia a una de sus grandezas), a lo más excelso del ser femenino y lo más metido en sus instintos pero que, al ser reprimido y cercenado, acaba convirtiéndose en una frustración larvada, un oscuro sentimiento de castración, infertilidad e infelicidad (SE PROHIBE LLORAR EN MULTITUD/ De manera que vos, madre/ Tienes también entre las piernas/ al viento cercenándote el pubis =A PROPÓSITO DE LAS FÉMINAS=). También es sintomático de esa búsqueda espiritual la presencia de títulos como PLEGARIA, poemas en forma de oración como el que empieza Padre nuestro/ que estás en los cielos…, o que toda la última parte del poemario gire en torno a la idea de Dios, aunque sea desde la irreverencia y la ironía.
   El desengaño respecto a este tiempo es otro de los grandes ejes de esta obra (Tuvo que nacer nuestro amor en este tiempo) y tal vez no sólo de “este” tiempo, sino “del tiempo”, de TODO tiempo. Así, exclama el poeta: ¿Qué amabas tú entonces?/ Al tiempo, madre de la locura. Si el tiempo es la madre de la locura, lo sensato, el verdadero “sentido” de las cosas está en el No tiempo (de nuevo la trascendencia que sólo el umbral de la muerte entrevé es lo que late desde la sombra de los poemas).
   La poética de Joel tal vez se autodefina en el poema SABINES, EL VIENTO Y EL ANTIPOETA dedicado a Nicanor Parra. Dice Joel con claridad: Mi posición es esta: el poeta cumple su palabra y se dedica en el poema a jugar con las palabras (No le demos más vueltas al asunto/ al asunto no le demos más vueltas/ más vueltas al asunto no le demos) para concluir que lo que importa es el compromiso, LA VIDA, y, claro está, LA MUERTE, que es consustancial a aquella (Que jamás escriba el poeta/ lo emplumado que es su arte/ (la poesía es)/ El poeta que escriba/ amo tanto a la muerte). Y es en esa línea que el autor dice la palabra ha muerto en PALABRAS ALREDEDOR DE LA MUERTE y, todavía más, en su poema DE LO QUE ACONTECIÓN UN DÍA, APENAS CUMPLÍA MIS 20 PRIMAVERAS, recalca y entrecomilla: “No sólo el mar tiene al viento alisándole el cabello/ en mis manos también juega Dios con las palabras”. De nuevo un postulado de las místicas vuelve a aparecer aquí: Dios actúa a través de las manos del poeta (del hombre) o, desde otro punto de vista, el poeta (el ser humano) es Dios manifestándose y desarrollando su creación, desde la limitación del tiempo; pero el propio aedo exclama: Cierto/ el tiempo existe/ Sin embargo puede uno transgredir el tiempo/ debería uno transgredir el tiempo.
   Mas, ya lo decía Ibn Arabí (otro gran místico, aunque esta vez andalusí y del Islam): no se puede entender desde el tiempo lo que está fuera de él. La palabra (herramienta temporal) nos limita, pero es también, a través de la poesía, la única que puede acercarnos a lo inefable. Y ese es el empeño de este poemario de Joel.
                                                             
Emilio Ballesteros[i]
España, 20 de febrero de 2007


[i] Poeta y amigo español. Es una de las voces mas interesantes de la poesía actual española. En 1999 fue galardonado con el Premio Miguel de Cervantes de Poesía

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